Marcas de una vida

No les llame arrugas. No a las mías. Son las trincheras que han servido como refugio en mis mil y una batallas.

Usted verá ojeras, pero no son sino hondonadas donde rompen los mares de mis ojos. Bahías de lágrimas, de una arena oscurecida por noches sin luna.

¿Ceño fruncido? ¿Una media sonrisa? Son solo líneas que demuestran el vaivén de mis emociones. Gráficas grabadas en piel que reflejan la fluctuación de los sentimientos.

No me hable de curvas, por favor; valiente eufemismo. Son el sacrificio con el que cargo, como preparación para la siguiente emboscada. Kilos de resistencia ante los embates de la vida, que azotan cíclicamente sin poderlos detener. Mis líneas de flotación, aquellas que no dejarán que me hunda consumida y convertida en hueso.

Disculpe, no son signos de la edad. Son las marcas de una vida.

Mi COVID19

No puedo armonizar palabras, ni crear un texto. Solo llego a poner por escrito las ideas y los sentimientos que vengo encontrándome estos días. Solo a escupirlas por puro desahogo, como si de un listado de asuntos pendientes se tratara.

  • La vida es dura, pero también es cruel. Más aún con quienes más años con ella acumulan. Nuestros mayores no se merecen sufrir así.
  • La sociedad, como masa de entes, no deja de sorprenderme. Para bien y para mal.
  • Oigo bien alto el canto de los pájaros a cualquier hora del día.
  • No he fumado ni he tomado más medicación de la que debiera.
  • Estoy orgullosa de mi madre, hasta niveles infinitos. Es tremendamente doloroso verla soportar un peso con el que, a veces, parece que no puede. Pero es incalculablemente reconfortante ver cómo lo remonta y se hace aún más fuerte.
  • La Tierra nos ha hecho parar para poder recuperarse. No volvamos a ponerla en la misma situación o el castigo será peor.
  • Hago yoga.
  • Engordaré, pero no he caído en atracones ni picoteo.
  • Consigo mantener mi ansiedad en niveles óptimos.
  • No me acostumbro a la falta de contacto físico con mi familia.
  • Me siento a gusto en casa. Me siento a gusto en MI casa.
  • Agradezco los momentos de soledad.
  • No me cuido, pero estoy dejando que mi piel descanse.
  • No leo, no escribo, no estoy creando. No trabajo más de la cuenta ni me estoy formando.
  • Pinto mandalas porque me lleva a un nivel de relajación y desconexión que no conocía.
  • Me encuentro meditando sin querer.
  • La radio está encendida durante prácticamente todo el día.
  • Estoy tranquila.
  • Lavo mucha ropa.
  • No suelto el móvil. Consulto continuamente Instagram y Twitter, pero apenas hago caso a Whatsapp o al email.
  • Elijo aún con más escrúpulo los medios a través de los que (creo que) me informo.
  • Me alegro con cada nueva noticia de cualquiera de mis contactos.
  • Estoy tranquila.
  • Estoy agradecida.
  • Mi mayor miedo es infectarme y no poder ver a mi hija.
  • Me importa menos que nunca verme más fea que nunca.
  • No bebo.
  • No escucho música ni veo la televisión.

Y esta es mi vida a mitad de lo que de momento será nuestra cuarentena. Creo que ya nadie duda de que el dichoso virus dejará huella en todos nosotros, de una u otra forma. Así que animo a todas a hacer un ejercicio similar; un momento de autoreflexión muy placentero que, espero, disfrutéis.

BRUJA

Atadme a la hoguera
que separa el mal del bien.
Esa tan brillante,
esa tan cruel.

Dejad que me engulla,
escuchadme crepitar.
Calor asesino
que os purificará.

Mirad la cera humana 
derritiéndose entre la leña.
Castigo de vuestra voluntad
para una bruja bella.

Mi alma consigue huir
por un resquicio de cabeza
que aun sin consumir
corona esa pira lastimera.

Mi alma vuela y vuela
hasta encontrar vuestro perfil .
Os mira y ríe:
<<Las brujas nunca morimos así>>

YouTube ME!!!

I thought I would have never be brave enough to do this… but I’m glad to announce that you can listen to one of my fav songs sung by me on Youtube!

A close friend of mine managed to introduce me to his music world, so I started singing some choirs and second voices for him. Eventually, he conviced me to record a couple of singles, singing exclusively by myself.

As part of his next project, he really wanted me to make those songs public under my nickname LB Galore. Thus… so embarrased and worried… I said yes!

I hope you all enjoy it!

My own moral: “Think big and positive, you never know what you’ll end up getting!”

THE WOLF

You came to me like a wolf
In the darkest of nights.
You howled when you attacked
With your scratches and bites.

All those marks over my body,
Those wounds inside my mind.
There was no pain in that corner.
Since then, I became blind.

Did you feel a better man?
Did your masculinity raise?
Your hype of testosterone
Simply wrecked a poor girl’s life.

Someone’s got to tell you
What you did was a crime.
It may be late for me,
Not though for some other one.

I have no fear now.
I feel no guilt now.
Now I’m speaking loud:
At last, I got you out.

MIS NO-JUICIOS 2020

Como estoy un poco cansada de leer tanto propósito y como no soy persona de anotarlos ni cumplirlos, he decidido compartir mis propias determinaciones para este 2020.

Después de un par de años de revoltijo personal profundo, la culpa (no merecida) ha desaparecido casi por completo. Pero como a la culpa siempre se llega a través de los (pre)juicios, he aquí mi top 10 de determinaciones no juiciosas.

1. No esperaré más para rejuzgar todo a mi alrededor.

2. No prejuzgaré.

3. No me juzgaré por prejuzgar.

4. No me autojuzgaré antes de que me juzguen.

5. No me daré por juzgada sin señales sólidas.

6. No permitiré que juicios superfluos de terceros hagan daño a mi alma.

7. No juzgaré negativamente a alguien, solo porque no me comprenda o no comparta mi opinión.

8. No me juzgaré como peor madre que él padre.

9. No dejaré de juzgar positivamente cualquier avance o mejora en mi ser y en mi vida.

10. No juzgaré mortalmente ni me autocastigaré por incumplir alguno de los puntos anteriores.

¿Cómo pensáis autodefenderos vosotr@s? A mí, por favor, deseadme suerte…

MIS AMISTADES PELIGROSAS

No sé cómo de sencillo o placentero me resulta escribir sobre la amistad. Para mí, nunca ha sido fácil. Explico por qué.

Creo que la sociedad, en general, y las mujeres, en particular, hemos sido educadas en una falsa idea de amistad ideal. Al igual que el amor romántico, este tipo de relaciones se nos han insertado en el cerebro desde la más tierna infancia. Todos debemos tener amigos, a nadie le gusta estar solo. Son casi como familia y, si eres mujer, deberás tener una mejor amiga para toda la vida. Lo seréis para siempre; te casas con ella por siempre jamás.

Casualmente, vivo en Euskadi, por lo que, además de todo lo anterior, he de lidiar con el concepto cuadrilla: grupo de amigos o amigas -nunca mixtos- que se reúnen para potear (ir de cañas), comer o salir de fiesta.

Honestamente, nunca he tenido una. Nunca he querido tenerla. Así que reconozco que hablo desde la absoluta falta de experiencia directa. Pero lo que veo desde fuera son grupos homogéneos que hacen lo mismo, los mismos días, a las mismas horas y con la misma gente, en un régimen semanal. Se crean, generalmente, en el colegio o instituto y, una vez definida, nadie entra ni sale.

Se mueven poco, beben y comen mucho y, en muchas ocasiones, ni se conocen ni se comunican en profundidad. Fuera de su cuadrilla, todos tienen otros amigos para confidencias o planes alternativos.

[Es mi visión, lo sé. Pero la he de plasmar porque es como la siento y lo que explica gran parte del pensamiento sobre la amistad que me gustaría exponer aquí.]

Me gustaría centrarme, sin embargo, en mi situación como mujer (vasca). A día de hoy, no tengo cuadrilla ni grupo de amigos definido. Tampoco creo que tenga una mejor amiga. La sociedad me dice que me sienta culpable. Debería tener un alma gemela no romántica con quien desahogarme y que acuda a mí siempre que lo necesite. Con quien cotillear, emborracharte, ir de compras, confesar tus idas de olla, consolarte… y el largo etcétera que todas conocemos. Todo eso. Con una sola persona. Yo no lo hago. O creía que lo hacía pero no. O no lo he hecho al 50-50. O en algún momento, consciente o inconscientemente dejé de hacerlo. Sea como sea, ni siento ni creo tener una mejor amiga. Y me siento bien con ello, pero parece que el resto del mundo no.

Ahora, además, estoy divorciada. Así que: ¿en qué mundo vivo? ¿No me siento sola? ¿Qué se supone que hago con mi tiempo libre?

La mayor parte de las veces, no sé lo que hago. O no quiero hacer nada. O pienso que quiero, pero al final no me atrevo o no tengo suficientes ganas. Lo que sí sé es lo que no quiero: tener que relacionarme siempre con las mismas personas y de la misma manera. Podría escribir cientos de páginas sobre esto (que, a petición popular, haría encantada), pero me parece tan simple como que las personas somos seres vivos, cambiantes; con sentimientos que van mutando y evolucionando, poco a poco o abruptamente. Quien antes compartía todos tus gustos y opiniones se ha llegado a convertir en enemigo, o tal vez lo seas tú para él. Quien un día te hacía reír a carcajadas ha terminado por darte un poco de vergüenza ajena en ciertas situaciones. Quizás ya no te sientes tan cómoda acudiendo siempre a esa persona que tenía buenos consejos para ti, la que mejor te conocía e iba marcando tu camino cuando surgían dudas. O quizás tú ya no puedas o quieras serlo para ese mismo alguien. Puede que quien un día te adoró ahora te odie, sin que sepas por qué.

¿Qué hacemos con semejante batiburrillo emocional? ¿Que hacemos cuando, además, no tenemos control sobre ello? ¿Cómo gestionamos esos sentimientos? Porque, por supuesto, todo lo anterior produce angustia, desánimo, cansancio, etc.

Personalmente, doy las gracias cada día por no haber sucumbido a este convencionalismo. Y me encantaría que no se tomara como pedantería, porque aseguro que he sufrido y sufro mucho por haberme fijado este propósito. Y no, no me creo ninguna loca. ¿De verdad no resulta mucho más interesante conocer gente nueva que vaya aportando más y más cosas a nuestra vida? ¿No aburre hacer siempre lo mismo? ¿Se está siempre en el mismo estado o igual de cómodo con las mismas personas?

A mí, según el día, me apetece hablar con X persona(s); otros días, con Y; muchos días, con nadie. De la misma manera, no siempre tengo humor para escuchar ciertas conversaciones. Sé que esto puede sonar muy egoísta, pero es que estoy convencida de que habrá alguien que pueda prestar más atención y ayudar mejor que yo. Hay momentos vitales duros, en los que te acercas o alejas de ciertas personas, simplemente porque el destino lo marca así. También tenemos discusiones que pueden llegar tan lejos como para forzar una separación, temporal o definitiva. Podemos aburrirnos, hartarnos o cambiar. Todos cambiamos; constantemente.

En el último año y medio, mi vida ha dado un vuelco. He apartado y atraído a diferentes personas. He hecho pruebas para constatar quién podía ayudarme más y a quiénes les estaba haciendo más daño. El resultado es que me encuentro mucho más cómoda con mis relaciones, como he dicho antes. Pero también soy consciente del daño y la incomprensión que he podido provocar. Desde aquí pido, humildemente, disculpas, por haber limitado a personas o haber roto mi relación con ellas, sin haber recibido la explicación o el resultado que quisieran.

Por suerte, creo que nada es irreversible y que todos terminamos por encontrarnos de nuevo en algún punto del camino. He descubierto nuevas almas libres, que han alegrado momentos más difíciles de lo que aparentaban. He tenido reencuentros y rechazos. Y todo eso me hace sentir viva, me ayuda ver que la vida fluye y que las personas fluimos con ella.

Me gustaría que contasen conmigo como a mí me gustaría poder contar con todos a quienes llamo amigos: siempre que se necesite, pero no siempre por necesidad.

Ojalá algún día se acepte y se entienda. O, mejor dicho, ojalá algún día todo el mundo actúe como yo -que, en el fondo, es lo que a todos nos gustaría.

A mi hermana, a Íñigo, a Marta, a Eneko, a Inés, a Andrea, a Sara… (y todos los que me dejo por el camino, más o menos cercanos, pero amigos al fin y al cabo). A todas quiero por igual. A todas he acudido, acudo y acudiré; y todas podrán encontrarme siempre que lo deseen.

Nuestro tiempo es limitado y, por ende, valiosísimo. Disfrutémoslo con quien queramos, cuando podamos. O disfrutémoslo solos. O no lo disfrutemos. Pero, por favor, ¡viva el amor libre, también en la amistado! No más imposiciones ni amorosas ni amistosas; todas ellas son peligrosas.

PRINCESAS DESMELENADAS

La ya no tan pequeña monárquica que tengo en casa me lanza delicias como <<Amatxu, eres la mejor reina del mundo mundial>>. Yo siempre suelo contestarle preguntándole que quién es, pues, la mejor princesa. Desde hace unos meses, mi pequeña duda al contestar. Aunque la respuesta termina siendo un yo rotundo el 99,99% de las veces.

Al principio no le di mayor importancia, hasta que la repetición de sus miramientos me hizo dudar a mí también. ¿Por qué ese titubeo? Su explicación fue simple: todas las princesas tienen el pelo largo. Así que, al parecer, por eso yo me quedo con el rango de reina y ella a medio camino entre lo que quiere y lo que cree que puede ser. Para una niña de su edad, la lógica es simple. El problema está, en mi opinión, en que esa lógica funciona igual para el resto del mundo. Puedo estar equivocándome, pero no recuerdo una sola princesa (hablemos de mundo Disney y similares) que lleve el pelo corto. Ni siquiera Mulán haciéndose pasar por un hombre. Lo más cercano que he encontrado es a Rapunzel, al final de la película, con un bob más que estiloso.

Y es que ciertamente no comprendo qué problema hay con las mujeres y el pelo corto. Por muy de moda que parezcan estar las pixie girls, no es algo que aún esté normalizado en la sociedad. A mí siguen llamándome atrevida o valiente, en un tono muy positivo, eso si. No puedo negar que yo siempre he jugado mucho con mi pelo, pero no creo que eso me otorgue ninguno de los atributos anteriores. Es noticia cuando cualquier celebridad femenina decide cortarse la melena, mientras se juzga cómo de bien le queda. Aún son muchos los hombres que consideran el pelo corto como poco atractivo. Y muchas las mujeres a quienes les parece poco femenino.

Quizás es porque los millennial nos caracterizamos por no dar excesiva importancia al pasado, pero no debería olvidársenos que, hasta hace no mucho, uno de los mayores castigos y penas impuestas a una mujer era la de ser exhibida con la cabeza rapada. El resto del populacho se reía de ella y la humillaba; ella perdía, cual Sansón, su condición de hembra y su dignidad. Cruel, ¿verdad?

No se me ocurriría compararlo, pero mi hija siente algo similar cuando le hablo de representar ciertos roles con su (o mi) largura de pelo. Ninguna heroína, princesa o protagonista de las que ve en televisión lleva el pelo como ella o como yo. Princesas Disney (¡todas!), LadyBug, Vera, … a la pobre Pepa le dejaron en paz porque es una cerda.

He tenido innumerables problemas con mi imagen, pero desde luego mi pelo no ha sido uno de ellos. He escuchado toda clase de comentarios, tanto en clave positiva como negativa; eso sí, siempre en tono de sorpresa. He tenido que justificar constantemente mis también constantes cambios de estilo: el pelo crece, puedes ponerte extensiones si te ves muy rara, hoy en día hay productos para todo, siempre puedes volver a teñirte de tu color, etc.

He sido afortunada y he encontrado una peluquera de bandera, excelente profesional y mejor persona, que ha comprendido mi forma de entender la belleza, el bienestar y el amor propio. Me dejo hacer por sus manos y siempre salgo radiante por la puerta de su salón.

Me lo puedo permitir y me divierte; me hace feliz y me define. Qué gran eslogan aquel de hago lo que quiero con mi pelo

Personalmente, me parece una auténtica barbaridad, pero la realidad es que incluso en mi entorno está todo mucho más aceptado que en el de mi hija. Niñas: pelo largo y pendientes; niños: lo contrario. Y viceversa.

Señoras y señoros, cambiemos el discurso. Ni Barbies ni Marimachos; nada de estereotipos, menos aún asociados a roles tan herméticos. Dejen que mi pequeña sea princesa o futbolista, con el pelo que quiera, sin sentirse rara. Y ya de paso, dejen que lo sea yo también, que lo de reina me hace sentir más vieja aún.

PD: Si alguien lo desea, puedo seguir hablando sobre la cuestión largo y tendido.