The Woman from the Desert

Sands and winds form her silouhette.

Heat and cold gift her untamed strength.


Ancient red sands from remote dunes.

Far sandy winds towards ancient allure.


Subtly cold-minded in the darkness.

Heated warm heart under the sun.


Deserts are what make women perfect.

Perfect is what desert women are.

EL PUEBLO

Alfalfa, trigo, alfalfa, trigo, alfalfa, alfalfa, barbecho, trigo. Gira la cabeza; trigo, trigo, alfalfa, barbecho, alfalfa, alfalfa, alfalfa, ¡girasoles!

-Amatxu, ¡por fin he visto he visto gisaroles! ¿Entonces paramos ya para coger uno y comer las pipas? Bueno, después de meterlas en la cazuela.

-Con ponerlas en una sartén es suficiente, cariño. Ahora no podemos parar, primero tenemos que llegar al pueblo. Pero te prometo que vamos a ir con la bici a coger uno o dos. ¡Sin que se entere nadie, eh!

Subo un grado el aire acondicionado. Parece que, cuanto más nos acercamos, más afloja el calor. Ahora soy yo quien gira la cabeza, con cuidado, de lado a lado: alfalfa, trigo y, para mi sorpresa, efectivamente cada vez más girasoles. Ya estamos con las subvenciones, supongo.

-Amatxu, ¿qué más vamos a hacer? ¿Coger otros girasoles?

-Pues… supongo que podríamos pescar renacuajos, incluso cangrejos –respondo algo escéptica-. Hacer barbacoas, jugar al fútbol, bailar en las fiestas… No sé, mi vida, lo que queramos. 

-Qué guay, mami. ¡Y qué emocionante! Entonces, ¿de verdad que vamos a estar todos juntos en la misma casa?

-Sí, cariño, así que te tienes que portar muy bien, ¿vale? Por favor.

-Vale… un poquito bien, te lo prometo. Te quiero mucho, amatxu, eres la mejora.

Mientras me derrito de amor conduciendo los últimos kilómetros, viendo su carita sonriente y curiosa por el retrovisor, repaso la conversación que acabamos de tener. Podemos hacer lo que queramos. ¿Desde cuándo puedo hacer yo eso en el pueblo? Es innegable que en ningún lugar como allí (ya aquí) hemos tenido tanta libertad desde tan niños, pero <<lo que queramos>> nunca había sido una opción válida.

Supongo que la emancipación conlleva estas cosas, pero entre las (pre)ocupaciones, los placeres y los sempiternos mensajes de cautela, no había sido consciente, hasta ese momento, de mi plena libertad.

Ahora tengo otro tipo de ataduras, que ven gisaroles y derriten el alma. Pero incluso así… ¿qué voy hacer? Perdí la cuenta de los enfados y broncas que sufrí hace un par de décadas por todo lo que no me dejaban hacer. Qué frustración, qué rabia… ¡qué adolescencia! Y a pesar de las prohibiciones, aquí aprendí, crecí y experimenté como casi en ningún otro lugar del planeta.

Y es en ese preciso momento cuando me doy cuenta de que eso es justo lo que quiero hacer. Se lo acabo de decir, ¿por qué no me lo he creído la primera vez? Quiero ver cómo ella aprende, crece y experimenta en este lugar, mientras yo la ayudo y observo, como otros hicieron conmigo en el pasado. Esa es mi libertad ahora; ya no invierto mi tiempo en rabietas, peticiones imposibles, descubrimientos a escondidas y miles de kilómetros en bicicleta. Ahora aprenderé a enfrentarme a todo ello, a disfrutarlo también desde la barrera. Creceré tratando de manejar esas situaciones. Y experimentaré mi maternidad de una manera diferente, una suerte de reto ensayo-error.

Así que seguiré mirando los girasoles, tratando de pescar, explorando a dos ruedas… Seguiré haciendo lo que siempre hacía, lo que en el fondo siempre he querido: disfrutar de este paraíso sin cobertura. Ahora no solo a través de mis ojos, sino también con las gafas de una niñez valiente, curiosa y llena de energía.

-Amatxu, ¡me acuerdo! ¡Esta es nuestra casa! ¿Hemos llegado ya?

-¡Sí, ya estamos aquí! -contesto con la mente aún en mi limbo.

– No hace falta que te pongas las zapatillas, ahí está aitite. Te va a coger de un achuchón, así que tranquila.

-Ay, mami, ¡no me lo puedo creer! Aparca ya, por favooooor…

Hemos llegado. Al PUEBLO. Respiro profundo al salir del coche y estirarme, con una inhalación que me recuerda el porqué de mis dos últimos tatuajes. Un verano más entre girasoles. Y que no sea el último, por favooooor…

ELLA

Se marchó para encontrarse, sin saber lo que esperar.

Respiró y paseó, mientras repasaba todo lo que había ocurrido. Se sumergió y floto en unas aguas transparentes, mientras imaginaba todo lo que podría ocurrir después.

Comió y amó, porque lo de rezar no va con ella. Tal vez menos que otras veces, pero lo suficiente para llevarse el buen recuerdo de siempre.

No bebió ni abusó de todo lo destructivo que tanto bien parece hacer. De ese descanso y esa tranquilidad ciegamente rápidos y sencillos.

No durmió. Pasó las noches ideando planes, hilando historias, deshaciendo nudos, contemplando cómo el mayor de sus regalos respiraba lentamente a su lado. 

Lloró y sufrió, sin querer y a propósito. Para eso había cruzado tantos kilómetros. Acompañada en muchas ocasiones, al fin sola en otras tantas.

Escuchó de nuevo ese mar que lo cura casi todo. Dejó que el olor a salitre la impregnara y llegase hasta el último de sus órganos.

Habló, rió, oyó. Se dejó acompañar y buscó compañía, sin renunciar a su ansiada soledad. Discutió y encontró consuelo, se decepcionó y tuvo que pedir perdón. Descubrió que se había equivocado más veces de las que recordaba, si bien también fue capaz de reconocer con total claridad lo más tóxico y dañino de su entorno.

Se hizo un poco más adulta. Creció y maduró. Se hundió, pero volvió a levantarse. Convivió y compartió. Aceptó muchas cosas y fue capaz de decir que no a otras.

APRENDIÓ. 

Y con todo lo aprendido, volverá a casa siendo la misma. No encontró una versión diferente de sí misma, solo alguien con ideas más claras, con más experiencias y recursos. Con un lavado de cara en forma de bonito bronceado.

Volverá a casa sabiendo que, con ese retorno, volverán también el dolor de la separación y los recuerdos felices. Volverán los problemas y el preludio del fin. Volverán las preguntas, propias y ajenas.

Aún con todo, ella ha aprendido. Sabe que también volverán las risas y el cariño. Las charlas distendidas y el apoyo incondicional. Las noches caseras y también aquellas en las que parece que la ciudad se queda pequeña. Volverán ellos. Y ELLA también volverá, con su cara lavada y su bronceado, preparada para mostrar todo lo aprendido y ponerlo en práctica. Junto a los suyos, en lo bueno y en lo mano. En todo lo que esté por llegar.

THE nonNNIVERSARY

I am not going to lie. I don’t remember the day so graphically, I cannot recall every detail and feeling. What I can certainly say is that it was the best day of my life and the best party I’ve ever been to. 

It was five years ago, and I was supposed to be celebrating it this weekend. I was supposed to be having dinner in a romantic and chic -yet kind of hipster- restaurant. I was supposed to be talking about those memories I do not remember but he does, laughing at them. I was supposed to be holding his hand and been cherished; probably making love, or at least fondling. 

But I am not, and it is so freaking painful. I know… life is life, shit happens, it’s more common than you think. Yes, I got it. But it is so freaking painful when IT happens to YOU. I am spending these days feeling miserable, in spite of all my loved ones’ support and help. They can take me out for dinner, cherish me, even make me laugh. My little girl can “make love to me” in such a different but pleasant way. 

Does it feel better? Yes. A little bit. I am not where I used to. I am not with whom I used to. I am not how I used to. I am different now. My life is different now. My world fell down, maybe for good. However, I have to rebuild it now, ALONE. There’s no other pair of hands at home. There’s no partner to raise your child with any more. There are not two salaries, same mortgage though. 

How will it be from now on? Will I feel this all late July-s until the day I die? Will I find someone to mitigate these thoughts of uselessness, emptiness and loneliness? Do I need that someone? When will I assume that I am missing half the life of my daughter? Will I be able to survive that horrible fact?

I know I am always full of questions. I guess that’s me. A constantly questioning meaningless human being, with common problems and a common life, who does not appear to be able to hold herself.

I will sleep alone again today. My little girl by my side, but feeling alone anyway. Thus, my glass of wine today goes to all those couples that have so much to celebrate. For many more to come…

BACK

Fly me to the moon

That was shining over our sea,

Where a mix of feelings and cultures

Dances with our vines.

Take me back to the mountains

That taught us what wildlife is,

Where the mist and heat

Could not sink our floating beast.

Fly me to the terrace

That reminded us paradise exists,

Where all pictures looked precious

And I could see your happiest face.

Take me back to the sunrises

That performed my loves in ink,

Where the light appeared at early hours

And gifted us our innest link.

LA PLAYA

No sé si será por este calor o por las ganas que tengo de escapar de aquí pero, según se me han cerrado los ojos, he podido soñar con ese mar.

Sobre las cinco de la tarde, el sol empieza a bajar y ya no baña toda la pequeña playa de piedra, a unos cuantos escalones bajo nuestra casa. Yo ya estoy en bikini y preparada para meterme en el agua. Tú te haces el remolón y, aunque también sin camiseta, optas por buscar los mejores ángulos para capturar tanta belleza y encontrar algún rincón especial.

Entro en el agua, mi medio… Es perfecta: cristalina, templada y llena de vida. Nado y nado, y me zambullo de vez en cuando. Pero es difícil ver nada sin unas míseras gafas. Cuado salgo del agua, haciendo equilibrios entre las piedras y con una cara de frustración evidente, me cruzo con unos ojos que se dirigen directamente a mí, acompañados de un dulce saludo en inglés.

Qué sonrisa… Es una chica jóven, con unas gafas de buceo en la mano. Creo que me las está ofreciendo, pero no puedo entenderla bien porque aún tengo agua en los oídos. Cuando consigo recomponerme un poco, le pido disculpas y me presento. Tras cuatro preguntas de cortesía y de situación mutua, me ofrece las gafas y me dice que disfrute. No puedo estarle más agradecida. Le señalo dónde estás y le doy las gracias mil veces. En menos de veinte minutos estaré fuera para devolverle las lentes; prometido.

Como la sirena que nunca seré, disfruto de un impresionante submundo que dejaría sin palabras a cualquiera. Vuelvo a salir del agua con las manos arrugadas y busco a mi chica. La veo a lo lejos, donde la playa empieza a convertirse en mera costa, hablando animadamente contigo. Según llego, siento algo muy especial. Como si os conocieseis, nos conociéramos, de toda la vida. Le entrego las gafas y le doy las gracias una vez más. Le digo lo increíble que ha sido y que no voy a olvidar ese favor jamás. Ella se ruboriza y contesta que no es para tanto y que se alegra muchísimo.

Le hablamos algo más de nosotros, de dónde estamos alojados y de cómo hemos terminado allí. Ella nos resume su historia también: viaja sola, aunque no es su primera vez allí. Su abuelo nació en esa zona y, cada 4 o 5 años, va a <<conectar con sus raíces y disfrutar de ese exotismo>>. Mientras habla, yo solo puedo pensar en lo exótica que es ella; incapaz de adivinar sus orígenes, sólo logro confirmar que es estadounidense por su marcado acento del medio oeste.

Pensábamos pasar una velada romántica más en ese paraíso, pero es tan encantadora que decidimos proponerle una cena juntos, en cualquier sitio interesante que ella seguro que conoce. Acepta al momento y con agrado; intercambiamos móviles y nos despedimos con un sutil mariposeo en los tres estómagos.

Desde la ducha, te pregunto qué te ha parecido. Tú contestas positiva pero escuetamente, mientras que yo suelto una parrafada sobre lo increíblemente guapa, interesante y simpática que es, sobre las ganas que tengo de compartir esa cena con ella y averiguar más sobre su vida. 

Una vez listos, bajamos una infinidad de escaleras hasta llegar al recogido casco viejo, bullicioso y lleno de vida a esas horas. Y allí está ella esperando. Preciosa, con un sencillo vestido de verano y unas sandalias planas. Yo me miro de arriba abajo y me siento algo avergonzada. Tú lo notas enseguida, como siempre. Me agarras la mano con fuerza y me susurras lo bella que soy. Con esa inyección de seguridad, nos acercamos y nos saludamos. Ella nos señala un pequeño restaurante a pocos metros y nos dirigimos hacia allí. 

Dejamos que ella pida por nosotros, está claro que conoce el lugar. Todo lo que probamos es delicioso, más aún acompañado de ese vino que nos lleva embriagando desde que lo descubrimos. Por fin nos cuenta su historia: es de Wisconsin, tiene 33 años y aún está decidiendo qué hacer con su vida. No obstante, sabe que vive sin problemas, independizada en una buena casa, rodeada de una familia y amistades leales y con un puesto de trabajo por el que muchos mataríamos. 

Con los platos principales ya prácticamente deborados sobre la mesa, le hablamos de nosotros. Ella se interesa especialmente por mí; asegura que puede ver algo en mi mirada que denota culpa o tristeza. 

Una vez más, me agarras la mano con fuerza por debajo de la mesa y me miras fijamente, dándome el empujón que necesito para soltarle toda mi oscuridad a aquella desconocida. Tras hablarle de mi viaje personal, se le cae alguna lágrima, se levanta y se acerca a mi sitio. Para mi sorpresa, reposa su cabeza sobre mis rodillas y rompe a llorar. Intento consolarla acariciándole un pelo precioso; natural pero cuidado, que huele a mar y a coco. 

Unos incómodos minutos después, no más de tres o cuatro, se levanta secándose las lágrimas y nos pide disculpas. Sale un momento a fumar y decido seguirla, rogándote una condescendencia ya preconcedida con la mirada.  

Le pido un cigarrillo, aunque hace meses que no fumo. Pero este es uno de esos pitillos que aspiras por solidaridad, de esos que sirven para acercarte al otro pecador y también para reconectarte contigo misma. De repente, y casi sin haber cruzado palabra tras más de 10 caladas, me dice que a ella también la violaron. Que tardó mucho en superarlo, que no sabe si aún lo ha hecho. Y que, desde entonces, empezó a tener relaciones con mujeres que le han causado muchos quebraderos de cabeza a lo largo de estos años. Me ve la cara de sorpresa y enseguida me calma asegurándome que ahora está bien; escuchar mi historia le ha removido, pero ella ya ha aceptado su bisexualidad y conseguido perdonarse. A él, dice orgullosa, nunca.

Le doy el abrazo más sincero y espontáneo que he dado nunca, y volvemos a entrar hablando de la paciencia que has de tener con alguien como yo.

Como si estuviese leyéndome la mente, se disculpa para ir al baño y darme el tiempo justo para contarte por encima lo ocurrido hace fuera. Tú, alucinado y triste al mismo tiempo, te llevas las manos a la cabeza y vuelves a agarrarme fuerte, preguntando si estoy bien o si prefiero irme a casa. Te dejo más tranquilo con una mirada penetrante y una respuesta sincera. 

Ella vuelve, terminamos los postres y le invitamos a subir hasta nuestra casa. Es un chalecito precioso, de piedra, en lo alto de la ciudad, con un pequeño jardín que desprende frescura una vez baja el sol y que tiene las mejores vistas de la bahía. 

Cuando llegamos a la verja, empiezo a preguntarme por qué la hemos llevado hasta allí. No tenemos nada para ofrecerle y la conversación parecía haber tocado techo con los últimos bocados. Supongo que, entre la comodidad y la cortesía, era la salida más fácil, pero ahora empiezo a estar nerviosa. 

Tras entrar, ella enseguida se dirige a una de las hamacas del jardincito. Nos felicita por nuestra buena elección mientras abre su bolso. Para nuestra sorpresa, había pedido al dueño del restaurante una botella extra de vino para compartirla con nosotros, al ofrecerle alargar la velada. Voy a la cocina a por unas copas, mientras tú le agradeces el gesto, todavía algo extrañado y suspicaz. 

Al volver, ella las llena con soltura y me ofrece otro de sus cigarrillos. Lo acepto mirándote de reojo; ella se ofrece a encendérmelo a una distancia que, sin las copas de vino previas, me habría incomodado. Doy la primera calada, con fuerza, para asegurarme de que está bien prendido. En cuanto termino de exhalar todo el humo, noto sus dedos en mi mejilla. Dos segundos después, me da un beso tierno y un abrazo.

Te mira, a modo de permiso, pero sin esperar una respuesta. Yo estoy abrumada, achispada y algo ida, así que me dejo hacer. Al abrazo le siguen más caricias y más besos, mientras terminamos de fumar. Los besos, como el ambiente, son cada vez más intensos y húmedos.

SAN SERNIN a TOULOUSE

Nadie que me conozca lo diría; solo los que me leen muy, muy bien. A esta atea oveja negra de la familia le flipan las iglesias. Todas.

Hace unas semanas me encontré con una preciosa basílica en el centro de Toulouse. Sin mucha idea de francés y menos aun de santos, entré por pura curiosidad, como siempre.

Mi abuelo se llamaba Eladio Saturnino (ahí queda) y aún es una de las personas más importantes de mi vida. Sorpresa mayúscula cuando la basílica de San Sernin, que así dice Tripadvisor que se llama, dedicaba una capilla preciosa a San Saturnino.

Mi mente hecha añicos, las hormonas, ese nosequé de las iglesias. Lloré, muchísimo. Pero me sentó tan bien… Encendí una vela y llamé a mi abuela que, por supuesto, se emocionó y me recibió, unos días después, muy agradecida.

Este caso ha sido muy especial, por razones obvias. Pero casi siempre lloro en las iglesias. Ese nosequé me llena los pulmones, cruza hasta el corazón y termina en mis ojos. El silencio, el frío, las luces y las sombras. Y las personas anónimas que acuden allí a buscar consuelo y que, efectivamente, lo encuentran. Las observo con envidia y con alegría. Supongo que de ahí vendrán mis lágrimas.