THE WOLF

You came to me like a wolf
In the darkest of nights.
You howled when you attacked
With your scratches and bites.

All those marks over my body,
Those wounds inside my mind.
There was no pain in that corner.
Since then, I became blind.

Did you feel a better man?
Did your masculinity raise?
Your hype of testosterone
Simply wrecked a poor girl’s life.

Someone’s got to tell you
What you did was a crime.
It may be late for me,
Not though for some other one.

I have no fear now.
I feel no guilt now.
Now I’m speaking loud:
At last, I got you out.

NO ME DIGAS QUE ME QUIERES

No me digas que me quieres si no me lo demuestras. Si no me hablas ni te expresas en mi presencia.

No me digas que me quieres si no muestras emoción alguna. Ni por mí ni ante mí. Ni por nadie ni ante nadie.

No me digas que me quieres si reprimes todo sentimiento. Si no provoco en ti alegría ni tristeza; solo enfado y desasosiego.

No me digas que me quieres si observas impertérrito cómo me machacan. Sin luchar por mí, por ti o por tus supuestos sentimientos.

No me digas que me quieres si no negocias conmigo cómo encontrar nuestra felicidad. Si decides por los dos para que todo termine truncándose.

No me digas que me quieres si nunca te he sentado bien. Si nunca te he dejado ser quien realmente eres y quieres ser.

No me digas que me quieres si soy tu freno. Una piedra en tu camino que no te permite ser tú mismo.

No me digas que me quieres si huyes y te alejas cuando más te necesito.


No me digas que me quieres porque, en realidad, nunca me has querido.

No me digas nada porque duele.

MIS NO-JUICIOS 2020

Como estoy un poco cansada de leer tanto propósito y como no soy persona de anotarlos ni cumplirlos, he decidido compartir mis propias determinaciones para este 2020.

Después de un par de años de revoltijo personal profundo, la culpa (no merecida) ha desaparecido casi por completo. Pero como a la culpa siempre se llega a través de los (pre)juicios, he aquí mi top 10 de determinaciones no juiciosas.

1. No esperaré más para rejuzgar todo a mi alrededor.

2. No prejuzgaré.

3. No me juzgaré por prejuzgar.

4. No me autojuzgaré antes de que me juzguen.

5. No me daré por juzgada sin señales sólidas.

6. No permitiré que juicios superfluos de terceros hagan daño a mi alma.

7. No juzgaré negativamente a alguien, solo porque no me comprenda o no comparta mi opinión.

8. No me juzgaré como peor madre que él padre.

9. No dejaré de juzgar positivamente cualquier avance o mejora en mi ser y en mi vida.

10. No juzgaré mortalmente ni me autocastigaré por incumplir alguno de los puntos anteriores.

¿Cómo pensáis autodefenderos vosotr@s? A mí, por favor, deseadme suerte…

SU SUEÑO

Ha sido un día largo. De los que parecen lunes lluviosos. Ha sido un no-lunes de más gritos que abrazos, de más guerras de las necesarias. Ha sido una jornada de reflexión desagradable, en la que la conclusión es un enorme sentimiento de culpa e incapacidad.

Pero está llegando a su fin. Sin saber cómo, hemos sobrevivido. Estamos en la cama; un cuerpo desparramado, en un lado, y yo, en la otra esquinita, contemplándolo. Le ha costado dormirse más de lo normal, aunque ahora su sueño ya empieza a ser profundo.

Sigo mirando, encogida y embobada, cómo su pecho sube y baja rítmicamente. Pienso en lo inconsciente que es de su existencia. En que, muchas veces, no puedo perdonarle que no sepa que la vida adulta va más allá de la constante atención a sus estados cambiantes. Siento que no valora el esfuerzo que supone una dedicación completa a su bienestar. No me reconozco en lo que se supone que debería ser: responsable, ordenada, metódica. Me encuentro en un caos provocado por y para ese cuerpo tendido a mi lado.

Hasta que, de repente, escucho esa respiración, más alta de lo que cabría esperar, también rítmica. Al son de su pecho, mis ojos suben y bajan proporcionándome el placer más absoluto que he experimentado jamás. Ese yin yang con patas me echa de mi cama, pero yo solo puedo sentir auténtica paz. Ahora da igual todo lo malo que hayamos hecho a lo largo del día. Incluso da igual todo lo malo que hayan hecho los demás. Más aún, me olvido de los males del mundo y me dejo llevar por ese pequeño torso.

Me acerco, le acarició la mano, le robo un beso de su mejilla caliente y le huelo el pelo.

He probado con alcohol y con todas las medicaciones posibles; nada es comparable a este chute de relajación. No me hacen falta el yoga o la meditación. Este es mi momento de tranquilidad, de conectar con quien soy en realidad, sin dejarme llevar por la presión de las rutinas asesinas.

Solo veo su cuerpo, solo huelo su cabello, solo escucho su respiración, solo toco su mano.

Pensar en sus sueños mientras observo todas sus muecas inconscientes es mi mindfulness particular. Es ese recuerdo de su gesto tranquilo el que me dará fuerzas para sobrellevar todas las guerras de mañana. El del olor de su pelo lo que me hará desconectar cuando la rabia me inunde. El de su tacto suave lo que me devolverá la sonrisa en los momentos tristes.

Es mi cura y mi descanso. Verle dormir es mi momento de paz. Quizás el único al cabo del día, pero el que se repite, en semanas alternas, alrededor de las nueve y media de la noche.

Es mi cura y mi descanso hoy. Los de mañana tendré que lograrlos sin su ayuda.

Hasta dentro de una semana, mi vida.

CAÓTICO HOGAR

Piensas que te marchas de casa para escapar de tus problemas, de tus obsesiones, de tu angustia.

Piensas que huyendo se acabará el estrés, el dolor y el sufrimiento.

Porque piensas que tu hogar te hace daño. Que quizá no es realmente un hogar, porque siempre nos han enseñado que han de ser amables y acogedores.

Así que apareces, de repente, en tu vía de escape. Pero lo que se suponía que iba a ser un remanso de paz, descanso y alegría es en realidad un caos dantesco de proporciones infinitas. Ruido, dolor, castigo, pobreza; peligros constantes en cada esquina.

Te paras en seco, en medio de la nada. Pero tus ojos sí que empiezan a humedecerse. Mientras la gota recorre tu mejilla caes en la cuenta de que tú elegiste ir hasta allí. Tú optaste por huir y esconderte en ese escenario.

Puede que ese sea tu hogar al fin y al cabo. Puede que, por mucho que quieras evitarlo, los problemas y el dolor formen parte de tu vida hasta el último de tus alientos. Puede que, precisamente por ello, este loco lugar infernal sí que sea tu hogar. Puede que, entre este caos, consigas encontrar el tuyo e integrarte en el paisaje como un elemento más, en armonía con el resto.

Dale una oportunidad. Puede que no tengas que huir nunca más. Piensa que quizás hayas encontrado tu hogar.