Tres kilos y un colchón

Te huelo el pelo. Te escucho respirar. Pego mi frente a tu maraña de pelo, a la altura de donde creo que estará tu frente. Paso un brazo por encima de ti y entonces lo veo; me veo.
Veo perfectamente tu cuerpecito de medio metro a mi lado; recuerdo tus escasos 3 kilos que no hundían el colchón.
Siento la paz, se van las ganas de desaparecer.
Siento el tiempo transcurrido, mido cada centímetro y kilo que has ido ganando. Pienso en cómo esos años también han ido marcándose en mí.
Pero, durante ese maravilloso momento, todo me da igual. Todo compensa, vale la pena. Repetiría ese todo una y mil veces; porque no hay nada mínimamente comparable.
Gracias, mi vida, por ponerme en mi sitio. Por darme la perspectiva y arrancarme las ganas de ese lugar tan oscuro en el que las tenía secuestradas.
Ni tú ni yo somos perfectas. But this love is real blind. Nadie como tú. Ningún amor como este.
Descansa, amor, ya no hay monstruos aquí. Solo estamos tú y yo.

Mi COVID19

No puedo armonizar palabras, ni crear un texto. Solo llego a poner por escrito las ideas y los sentimientos que vengo encontrándome estos días. Solo a escupirlas por puro desahogo, como si de un listado de asuntos pendientes se tratara.

  • La vida es dura, pero también es cruel. Más aún con quienes más años con ella acumulan. Nuestros mayores no se merecen sufrir así.
  • La sociedad, como masa de entes, no deja de sorprenderme. Para bien y para mal.
  • Oigo bien alto el canto de los pájaros a cualquier hora del día.
  • No he fumado ni he tomado más medicación de la que debiera.
  • Estoy orgullosa de mi madre, hasta niveles infinitos. Es tremendamente doloroso verla soportar un peso con el que, a veces, parece que no puede. Pero es incalculablemente reconfortante ver cómo lo remonta y se hace aún más fuerte.
  • La Tierra nos ha hecho parar para poder recuperarse. No volvamos a ponerla en la misma situación o el castigo será peor.
  • Hago yoga.
  • Engordaré, pero no he caído en atracones ni picoteo.
  • Consigo mantener mi ansiedad en niveles óptimos.
  • No me acostumbro a la falta de contacto físico con mi familia.
  • Me siento a gusto en casa. Me siento a gusto en MI casa.
  • Agradezco los momentos de soledad.
  • No me cuido, pero estoy dejando que mi piel descanse.
  • No leo, no escribo, no estoy creando. No trabajo más de la cuenta ni me estoy formando.
  • Pinto mandalas porque me lleva a un nivel de relajación y desconexión que no conocía.
  • Me encuentro meditando sin querer.
  • La radio está encendida durante prácticamente todo el día.
  • Estoy tranquila.
  • Lavo mucha ropa.
  • No suelto el móvil. Consulto continuamente Instagram y Twitter, pero apenas hago caso a Whatsapp o al email.
  • Elijo aún con más escrúpulo los medios a través de los que (creo que) me informo.
  • Me alegro con cada nueva noticia de cualquiera de mis contactos.
  • Estoy tranquila.
  • Estoy agradecida.
  • Mi mayor miedo es infectarme y no poder ver a mi hija.
  • Me importa menos que nunca verme más fea que nunca.
  • No bebo.
  • No escucho música ni veo la televisión.

Y esta es mi vida a mitad de lo que de momento será nuestra cuarentena. Creo que ya nadie duda de que el dichoso virus dejará huella en todos nosotros, de una u otra forma. Así que animo a todas a hacer un ejercicio similar; un momento de autoreflexión muy placentero que, espero, disfrutéis.

MIS NO-JUICIOS 2020

Como estoy un poco cansada de leer tanto propósito y como no soy persona de anotarlos ni cumplirlos, he decidido compartir mis propias determinaciones para este 2020.

Después de un par de años de revoltijo personal profundo, la culpa (no merecida) ha desaparecido casi por completo. Pero como a la culpa siempre se llega a través de los (pre)juicios, he aquí mi top 10 de determinaciones no juiciosas.

1. No esperaré más para rejuzgar todo a mi alrededor.

2. No prejuzgaré.

3. No me juzgaré por prejuzgar.

4. No me autojuzgaré antes de que me juzguen.

5. No me daré por juzgada sin señales sólidas.

6. No permitiré que juicios superfluos de terceros hagan daño a mi alma.

7. No juzgaré negativamente a alguien, solo porque no me comprenda o no comparta mi opinión.

8. No me juzgaré como peor madre que él padre.

9. No dejaré de juzgar positivamente cualquier avance o mejora en mi ser y en mi vida.

10. No juzgaré mortalmente ni me autocastigaré por incumplir alguno de los puntos anteriores.

¿Cómo pensáis autodefenderos vosotr@s? A mí, por favor, deseadme suerte…

PRINCESAS DESMELENADAS

La ya no tan pequeña monárquica que tengo en casa me lanza delicias como <<Amatxu, eres la mejor reina del mundo mundial>>. Yo siempre suelo contestarle preguntándole que quién es, pues, la mejor princesa. Desde hace unos meses, mi pequeña duda al contestar. Aunque la respuesta termina siendo un yo rotundo el 99,99% de las veces.

Al principio no le di mayor importancia, hasta que la repetición de sus miramientos me hizo dudar a mí también. ¿Por qué ese titubeo? Su explicación fue simple: todas las princesas tienen el pelo largo. Así que, al parecer, por eso yo me quedo con el rango de reina y ella a medio camino entre lo que quiere y lo que cree que puede ser. Para una niña de su edad, la lógica es simple. El problema está, en mi opinión, en que esa lógica funciona igual para el resto del mundo. Puedo estar equivocándome, pero no recuerdo una sola princesa (hablemos de mundo Disney y similares) que lleve el pelo corto. Ni siquiera Mulán haciéndose pasar por un hombre. Lo más cercano que he encontrado es a Rapunzel, al final de la película, con un bob más que estiloso.

Y es que ciertamente no comprendo qué problema hay con las mujeres y el pelo corto. Por muy de moda que parezcan estar las pixie girls, no es algo que aún esté normalizado en la sociedad. A mí siguen llamándome atrevida o valiente, en un tono muy positivo, eso si. No puedo negar que yo siempre he jugado mucho con mi pelo, pero no creo que eso me otorgue ninguno de los atributos anteriores. Es noticia cuando cualquier celebridad femenina decide cortarse la melena, mientras se juzga cómo de bien le queda. Aún son muchos los hombres que consideran el pelo corto como poco atractivo. Y muchas las mujeres a quienes les parece poco femenino.

Quizás es porque los millennial nos caracterizamos por no dar excesiva importancia al pasado, pero no debería olvidársenos que, hasta hace no mucho, uno de los mayores castigos y penas impuestas a una mujer era la de ser exhibida con la cabeza rapada. El resto del populacho se reía de ella y la humillaba; ella perdía, cual Sansón, su condición de hembra y su dignidad. Cruel, ¿verdad?

No se me ocurriría compararlo, pero mi hija siente algo similar cuando le hablo de representar ciertos roles con su (o mi) largura de pelo. Ninguna heroína, princesa o protagonista de las que ve en televisión lleva el pelo como ella o como yo. Princesas Disney (¡todas!), LadyBug, Vera, … a la pobre Pepa le dejaron en paz porque es una cerda.

He tenido innumerables problemas con mi imagen, pero desde luego mi pelo no ha sido uno de ellos. He escuchado toda clase de comentarios, tanto en clave positiva como negativa; eso sí, siempre en tono de sorpresa. He tenido que justificar constantemente mis también constantes cambios de estilo: el pelo crece, puedes ponerte extensiones si te ves muy rara, hoy en día hay productos para todo, siempre puedes volver a teñirte de tu color, etc.

He sido afortunada y he encontrado una peluquera de bandera, excelente profesional y mejor persona, que ha comprendido mi forma de entender la belleza, el bienestar y el amor propio. Me dejo hacer por sus manos y siempre salgo radiante por la puerta de su salón.

Me lo puedo permitir y me divierte; me hace feliz y me define. Qué gran eslogan aquel de hago lo que quiero con mi pelo

Personalmente, me parece una auténtica barbaridad, pero la realidad es que incluso en mi entorno está todo mucho más aceptado que en el de mi hija. Niñas: pelo largo y pendientes; niños: lo contrario. Y viceversa.

Señoras y señoros, cambiemos el discurso. Ni Barbies ni Marimachos; nada de estereotipos, menos aún asociados a roles tan herméticos. Dejen que mi pequeña sea princesa o futbolista, con el pelo que quiera, sin sentirse rara. Y ya de paso, dejen que lo sea yo también, que lo de reina me hace sentir más vieja aún.

PD: Si alguien lo desea, puedo seguir hablando sobre la cuestión largo y tendido.

UN AÑO SIN RUSSIAN RED

Se me empezaron a ir las horas; pensaba, recordaba, me angustiaba… Visualizaba una y otra vez esos momentos tan oscuros, sin que nadie entendiera qué pasaba. Se me iban las horas reuniendo el valor para hablar, para expresarme y poder sacar todos los demonios. Porque compartidos, suponía, serían más llevaderos.

Comenzaron a escapárseme los días; encerrada en casa, con los ojos clavados en el móvil, alejándome de todo y de todos.

Siguieron las semanas, plagadas de discusiones, bajones, agobios. Intentando desaparecer de un mundo que me superaba.

Y llegaron los meses; la separación, la depresión. Toqué fondo, como dicen, y me quedé allí, sumergida en aguas revueltas y agitadas. Sin poder ver lo que había alrededor, arriba. Cada vez con menos aire, agotada de intentar subir a una superficie en la que no creía. 

Acaba de hacer un año desde que el mundo se detuvo para mí. Horas, días, semanas y meses; un año que ya no podré recuperar.  Dicen que el tiempo lo cura todo, pero a mí su trascurso solo me ha hecho más y más daño. 

Porque, hasta que no me echen por esa puerta, no podré ser libre, no podré llamar a otra. Hasta que no cruce ese umbral, con más o menos dolor, el tiempo seguirá perdiéndose. Y necesito ese tiempo. 

Asumida la pérdida y llorado el luto, se necesita tiempo para hacer todos los toc-toc necesarios hasta dar con otra puerta que se abra. 

Entonces el tiempo también pasará, pero esta vez en forma de esperanza, de oportunidad. Esas cosas que suelen convertirse en sonrisas y buenos recuerdos; en ropa más atrevida y pintalabios rojo. 

Mi favorito siempre había sido el Russian Red pero, visto el resultado, vamos a probar con otro tono. Un rojo nuevo, que acompañe a cada nueva sonrisa, que se asemeje más al de un corazón sanado, que deje una huella profunda. Un rojo nuevo que dé besos de los que quitan la respiración y pidan amor a gritos. Un rojo nuevo, que haga sombra al rojo de los demonios y con el que gritar durante horas, días, semanas y meses. 

Un rojo nuevo para un tiempo nuevo.

ELLA

Se marchó para encontrarse, sin saber lo que esperar.

Respiró y paseó, mientras repasaba todo lo que había ocurrido. Se sumergió y floto en unas aguas transparentes, mientras imaginaba todo lo que podría ocurrir después.

Comió y amó, porque lo de rezar no va con ella. Tal vez menos que otras veces, pero lo suficiente para llevarse el buen recuerdo de siempre.

No bebió ni abusó de todo lo destructivo que tanto bien parece hacer. De ese descanso y esa tranquilidad ciegamente rápidos y sencillos.

No durmió. Pasó las noches ideando planes, hilando historias, deshaciendo nudos, contemplando cómo el mayor de sus regalos respiraba lentamente a su lado. 

Lloró y sufrió, sin querer y a propósito. Para eso había cruzado tantos kilómetros. Acompañada en muchas ocasiones, al fin sola en otras tantas.

Escuchó de nuevo ese mar que lo cura casi todo. Dejó que el olor a salitre la impregnara y llegase hasta el último de sus órganos.

Habló, rió, oyó. Se dejó acompañar y buscó compañía, sin renunciar a su ansiada soledad. Discutió y encontró consuelo, se decepcionó y tuvo que pedir perdón. Descubrió que se había equivocado más veces de las que recordaba, si bien también fue capaz de reconocer con total claridad lo más tóxico y dañino de su entorno.

Se hizo un poco más adulta. Creció y maduró. Se hundió, pero volvió a levantarse. Convivió y compartió. Aceptó muchas cosas y fue capaz de decir que no a otras.

APRENDIÓ. 

Y con todo lo aprendido, volverá a casa siendo la misma. No encontró una versión diferente de sí misma, solo alguien con ideas más claras, con más experiencias y recursos. Con un lavado de cara en forma de bonito bronceado.

Volverá a casa sabiendo que, con ese retorno, volverán también el dolor de la separación y los recuerdos felices. Volverán los problemas y el preludio del fin. Volverán las preguntas, propias y ajenas.

Aún con todo, ella ha aprendido. Sabe que también volverán las risas y el cariño. Las charlas distendidas y el apoyo incondicional. Las noches caseras y también aquellas en las que parece que la ciudad se queda pequeña. Volverán ellos. Y ELLA también volverá, con su cara lavada y su bronceado, preparada para mostrar todo lo aprendido y ponerlo en práctica. Junto a los suyos, en lo bueno y en lo mano. En todo lo que esté por llegar.