Marcas de una vida

No les llame arrugas. No a las mías. Son las trincheras que han servido como refugio en mis mil y una batallas.

Usted verá ojeras, pero no son sino hondonadas donde rompen los mares de mis ojos. Bahías de lágrimas, de una arena oscurecida por noches sin luna.

¿Ceño fruncido? ¿Una media sonrisa? Son solo líneas que demuestran el vaivén de mis emociones. Gráficas grabadas en piel que reflejan la fluctuación de los sentimientos.

No me hable de curvas, por favor; valiente eufemismo. Son el sacrificio con el que cargo, como preparación para la siguiente emboscada. Kilos de resistencia ante los embates de la vida, que azotan cíclicamente sin poderlos detener. Mis líneas de flotación, aquellas que no dejarán que me hunda consumida y convertida en hueso.

Disculpe, no son signos de la edad. Son las marcas de una vida.

BRUJA

Atadme a la hoguera
que separa el mal del bien.
Esa tan brillante,
esa tan cruel.

Dejad que me engulla,
escuchadme crepitar.
Calor asesino
que os purificará.

Mirad la cera humana 
derritiéndose entre la leña.
Castigo de vuestra voluntad
para una bruja bella.

Mi alma consigue huir
por un resquicio de cabeza
que aun sin consumir
corona esa pira lastimera.

Mi alma vuela y vuela
hasta encontrar vuestro perfil .
Os mira y ríe:
<<Las brujas nunca morimos así>>

ELLA

Se marchó para encontrarse, sin saber lo que esperar.

Respiró y paseó, mientras repasaba todo lo que había ocurrido. Se sumergió y floto en unas aguas transparentes, mientras imaginaba todo lo que podría ocurrir después.

Comió y amó, porque lo de rezar no va con ella. Tal vez menos que otras veces, pero lo suficiente para llevarse el buen recuerdo de siempre.

No bebió ni abusó de todo lo destructivo que tanto bien parece hacer. De ese descanso y esa tranquilidad ciegamente rápidos y sencillos.

No durmió. Pasó las noches ideando planes, hilando historias, deshaciendo nudos, contemplando cómo el mayor de sus regalos respiraba lentamente a su lado. 

Lloró y sufrió, sin querer y a propósito. Para eso había cruzado tantos kilómetros. Acompañada en muchas ocasiones, al fin sola en otras tantas.

Escuchó de nuevo ese mar que lo cura casi todo. Dejó que el olor a salitre la impregnara y llegase hasta el último de sus órganos.

Habló, rió, oyó. Se dejó acompañar y buscó compañía, sin renunciar a su ansiada soledad. Discutió y encontró consuelo, se decepcionó y tuvo que pedir perdón. Descubrió que se había equivocado más veces de las que recordaba, si bien también fue capaz de reconocer con total claridad lo más tóxico y dañino de su entorno.

Se hizo un poco más adulta. Creció y maduró. Se hundió, pero volvió a levantarse. Convivió y compartió. Aceptó muchas cosas y fue capaz de decir que no a otras.

APRENDIÓ. 

Y con todo lo aprendido, volverá a casa siendo la misma. No encontró una versión diferente de sí misma, solo alguien con ideas más claras, con más experiencias y recursos. Con un lavado de cara en forma de bonito bronceado.

Volverá a casa sabiendo que, con ese retorno, volverán también el dolor de la separación y los recuerdos felices. Volverán los problemas y el preludio del fin. Volverán las preguntas, propias y ajenas.

Aún con todo, ella ha aprendido. Sabe que también volverán las risas y el cariño. Las charlas distendidas y el apoyo incondicional. Las noches caseras y también aquellas en las que parece que la ciudad se queda pequeña. Volverán ellos. Y ELLA también volverá, con su cara lavada y su bronceado, preparada para mostrar todo lo aprendido y ponerlo en práctica. Junto a los suyos, en lo bueno y en lo mano. En todo lo que esté por llegar.