Dime con quién andas…

No, no me lo digas. Ni a él, ni a nadie. Tus compañías no van a decirnos quién eres, quizás aún no lo sepas ni tú.

Puede que prefieras estar sola; siempre o a ratos. Puede que andes de la mano de quien mejor sepa guiarte de cada día. Tal vez andes siempre junto a la misma persona, o a lo mejor tienes tu pequeño grupo de compañeros caminantes, en quienes apoyarte a cada paso.

Cuando andes, recuerda: cabeza alta. Y no por cuestión de orgullo, sino para que quien te encuentre, con quien sea y donde sea, se dé de bruces con tu mirada. Oblígales a enfocar TUS ojos, y no los de tu acompañante. Oblígales a medir TUS pasos, no a compararlos con el resto de huellas del camino. Haz que te hablen de frente, a ti, y solo a ti.

No, no los digas. Simplemente, sigue caminando con quien quieras. Exprime cada zancada y aprende de cada metro de ruta. Solo así, al final, llegarás a saber quien eres. Y solo así, al final, nos lo podrás contar. Si quieres.

Tres kilos y un colchón

Te huelo el pelo. Te escucho respirar. Pego mi frente a tu maraña de pelo, a la altura de donde creo que estará tu frente. Paso un brazo por encima de ti y entonces lo veo; me veo.
Veo perfectamente tu cuerpecito de medio metro a mi lado; recuerdo tus escasos 3 kilos que no hundían el colchón.
Siento la paz, se van las ganas de desaparecer.
Siento el tiempo transcurrido, mido cada centímetro y kilo que has ido ganando. Pienso en cómo esos años también han ido marcándose en mí.
Pero, durante ese maravilloso momento, todo me da igual. Todo compensa, vale la pena. Repetiría ese todo una y mil veces; porque no hay nada mínimamente comparable.
Gracias, mi vida, por ponerme en mi sitio. Por darme la perspectiva y arrancarme las ganas de ese lugar tan oscuro en el que las tenía secuestradas.
Ni tú ni yo somos perfectas. But this love is real blind. Nadie como tú. Ningún amor como este.
Descansa, amor, ya no hay monstruos aquí. Solo estamos tú y yo.

MIS NO-JUICIOS 2020

Como estoy un poco cansada de leer tanto propósito y como no soy persona de anotarlos ni cumplirlos, he decidido compartir mis propias determinaciones para este 2020.

Después de un par de años de revoltijo personal profundo, la culpa (no merecida) ha desaparecido casi por completo. Pero como a la culpa siempre se llega a través de los (pre)juicios, he aquí mi top 10 de determinaciones no juiciosas.

1. No esperaré más para rejuzgar todo a mi alrededor.

2. No prejuzgaré.

3. No me juzgaré por prejuzgar.

4. No me autojuzgaré antes de que me juzguen.

5. No me daré por juzgada sin señales sólidas.

6. No permitiré que juicios superfluos de terceros hagan daño a mi alma.

7. No juzgaré negativamente a alguien, solo porque no me comprenda o no comparta mi opinión.

8. No me juzgaré como peor madre que él padre.

9. No dejaré de juzgar positivamente cualquier avance o mejora en mi ser y en mi vida.

10. No juzgaré mortalmente ni me autocastigaré por incumplir alguno de los puntos anteriores.

¿Cómo pensáis autodefenderos vosotr@s? A mí, por favor, deseadme suerte…

ELLA

Se marchó para encontrarse, sin saber lo que esperar.

Respiró y paseó, mientras repasaba todo lo que había ocurrido. Se sumergió y floto en unas aguas transparentes, mientras imaginaba todo lo que podría ocurrir después.

Comió y amó, porque lo de rezar no va con ella. Tal vez menos que otras veces, pero lo suficiente para llevarse el buen recuerdo de siempre.

No bebió ni abusó de todo lo destructivo que tanto bien parece hacer. De ese descanso y esa tranquilidad ciegamente rápidos y sencillos.

No durmió. Pasó las noches ideando planes, hilando historias, deshaciendo nudos, contemplando cómo el mayor de sus regalos respiraba lentamente a su lado. 

Lloró y sufrió, sin querer y a propósito. Para eso había cruzado tantos kilómetros. Acompañada en muchas ocasiones, al fin sola en otras tantas.

Escuchó de nuevo ese mar que lo cura casi todo. Dejó que el olor a salitre la impregnara y llegase hasta el último de sus órganos.

Habló, rió, oyó. Se dejó acompañar y buscó compañía, sin renunciar a su ansiada soledad. Discutió y encontró consuelo, se decepcionó y tuvo que pedir perdón. Descubrió que se había equivocado más veces de las que recordaba, si bien también fue capaz de reconocer con total claridad lo más tóxico y dañino de su entorno.

Se hizo un poco más adulta. Creció y maduró. Se hundió, pero volvió a levantarse. Convivió y compartió. Aceptó muchas cosas y fue capaz de decir que no a otras.

APRENDIÓ. 

Y con todo lo aprendido, volverá a casa siendo la misma. No encontró una versión diferente de sí misma, solo alguien con ideas más claras, con más experiencias y recursos. Con un lavado de cara en forma de bonito bronceado.

Volverá a casa sabiendo que, con ese retorno, volverán también el dolor de la separación y los recuerdos felices. Volverán los problemas y el preludio del fin. Volverán las preguntas, propias y ajenas.

Aún con todo, ella ha aprendido. Sabe que también volverán las risas y el cariño. Las charlas distendidas y el apoyo incondicional. Las noches caseras y también aquellas en las que parece que la ciudad se queda pequeña. Volverán ellos. Y ELLA también volverá, con su cara lavada y su bronceado, preparada para mostrar todo lo aprendido y ponerlo en práctica. Junto a los suyos, en lo bueno y en lo mano. En todo lo que esté por llegar.